Erase que era, un perro que esperaba impaciente a su amo, cada vez que volvía del trabajo. Movía su cola agitadamente cuando este llegaba y luego de un café humeante, se iban a pasear. Cada paseo significaba mucho para el perro, que se llamaba Poppy. Pasaban la mayor parte del tiempo juntos, hasta que comenzaron a salirle dientes nuevos a este cachorrito y mordía todo cuanto había a su alrededor. Ese día de Navidad, comprendió que a lo mejor ser impaciente, no era lo mejor pero ¿cómo? Poppy quería dejar de sentir dolor y no había otra forma que mordiendo esas pantuflas de su amo. Ay! Poppy…
—¡Estúpido perro! Te he dicho millones de veces que no se muerde. Ya van las decimas zapatillas que compro. ¡Es que no se cuando vas a parar! ¡Catigado!
«No sé que me dice, solo sé que su animo ha cambiado, que está mal algo, pero es que me de otro modo, no sé cómo puedo cambiar mi dolor. Me duele tanto…»
—Te vas al patio, ahora si que vas morder cosas que no tienes que morder…
Tobías ató a Poppy con una cuerda que estaba anclada al suelo de la terraza y esa noche de navidad, la pasó con frío, temblores y miedo.
«¿A caso no me quiere mi papá? Yo le quiero mucho. Solo quiero jugar con él, que me mire con cariño, como yo lo miro a él, pasar tiempo juntos sin hacer nada en concreto en la calle, seguirle a todas partes, seguro que ahora mismo vuelve. Jolín, ¡Qué frio!», pensó Poppy
Tobías encendió ese monitor, miró la televisión, se tomó un café y al mirar por la ventana vio a su perro temblando, con el frío que calaba en los huesos, su estufa estaba encendida, tenía el brasero bajo la mesa y un jersey muy calentito, cuando vio el rostro y lo compungido que estaba su compañero, le asaltaron los recuerdos, el primer día que llegó de trabajar habiendo tenido un día malo, Poppy se tumbó a su lado toda la noche, dejando de lado su camita, le lamía la cara, claro que le dejaba la cara llena de babas, que corría de allí para allá como si fuera un niño de cinco años… le veía tan desvalido… También recordaba la primera vez que se miró al espejo Poppy, extrañado, miro hacia Tobías como intentando ver su aprobación, y cada vez que llegaba de trabajar, le ofrecía su hueso, ese que escondía siempre, y siempre aparecía para dárselo a él, como ofrenda por un día duro. Entonces, Tobías comprendió que no lo estaba haciendo bien, salió nervioso a buscar a su mejor amigo, y le dejó entrar en casa, le puso una cama más calentita, le dio de comer y durmieron juntos toda la noche.
—Buena la hemos hecho amiguito. A ver, vamos hacer un trato.- dijo mientras Poppy no dejaba de mirarle a ojos de embobado y con un amor inefable que le enterneció— yo me comprometo a aprender más sobre cómo cuidarte y tu serás mi mejor amigo. Después de todo, tu has confiado en mí, desde el minuto cero. — Poppy le miro y le lamió, dio un ladrido desafinado por lo pequeño que era y se quedó dormido en unos minutos al lado de su amo.
FIN
PRONTO LLEGARÁ ESA FECHA DE FIN DE AÑO EN LA QUE MUCHOS PERROS SEAN ABANDONADOS, SEA POR MAYORES O POR QUE NACIÓ UNA CRIATURA Y PARECIESE QUE AHORA, SOBRA, EN EL MENOR DE LOS CASOS ES AISLADO, EN EL MAYOR, ABANDONADO CÓMO UN ZAPATO VIEJO. No no los abandones dáselo a alguien que pueda darle un buen hogar o si quieres perro ten en cuenta que conlleva una gran responsabilidad.
FELICES FIESTAS PERRUNAS
XXXXX HISTORIAS CON «K»
A ver si Papá Noel o los Tres Reyes Magos les regalan un buen amo.
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Todo está en lo coherencia: los animales son cómo niños pequeños desvalidos. Aunque en su día fueron animales salvajes que vivían libres, y autosuficientes, al vivir bajo nuestro techo, dependen totalmente de nosotros. Por lo que sus mecanismos de defensa dependerán de cómo los cuidemos. Y con esto me refiero a que si cuidas mal a un perro, luego se comportará mal en casa o en la calle. Ojo cuidado! No son personas, pero sí Necesitan de normas y atención. Y cómo todo, dependenderá al igual que un niño de la crianza. Cuando son pequeños es el momento crucial para ello. Cómo los niños pequeños. Por eso se dice que «desde chiquitito, se cría el árbol»
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