¡BIENVENIDOS A HISTORIAS CON «K»!
Es extraño saber que cuando nos vimos ella sentía que tenía que abrazarme, besarme, o acariciarme. No soy ni guapo y agraciado; mucho menos tengo un cuerpo que corta el hipo, pero me quería y yo agradecido, le compraba rosas todos los domingos. Ella muy feliz, las ponía en un jarrón con agua y hacíamos el amor hasta la noche. Aquellos días han pasado a la historia y ahora cada domingo, me siento en el banco que hay en el cementerio porque con el tiempo, ella se enfadó alegando que regalar flores un domingo, era tentar a los muertos, pero hacerlo durante veinte años seguidos debía estar penado, y algo de razón tenía porque ahora que no estaba en esta vida, sentía que las flores eran la sonrisa que ella me regalaba en los inicios y no cuando llegó a ese estado catatónico en el que todo comenzó a darle igual. Pena, la que sentía yo, por verla triste y ahora asociarla con su muerte. Muy en el fondo pensaba qué pasaría si ella no estuviera nunca más conmigo y por extraño que parezca creo que esa pena soy yo, pues hoy me ha mirado Don Paco, el hombre que murió atropellado delante de su comercio alegando que ya estaba muerto para que le volviera a rondar.

HISTORIAS CON «K»
La muerte es imprevista, llega y nos abraza. Un beso.
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Así es. Gracias por pasar por aquí.
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¡Hola! Me ha gustado leer un relato tuyo sobre el género de terror. Destaca la simbología de las flores como hilo conductor, algo tan hermoso y tan lúgubre a la vez. Me ha parecido que juegas muy bien con este concepto para crear un relato tan melancólico como inquietante.
Un abrazo 🙂
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Wow!! Me parece grandioso que te haya gustado. Muchas gracias 🌹💀
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Un gran relato de terror! Felicidades, Keren! Abrazos!
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Gracias, Mayte ❤💻
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