¡Buenas mis asiduas/os!
cómo ya comenté esta sección en mi blog HISTORIAS CON «K» es un relato vivencial que queda escenificado con las fotografías de la ciudad en la que estoy.

No sabría decir qué es esta sensación que me embarga desde la soledad de mi ataraxia. Esa calma que cada vez que me acerco a los lugares en los que hacía tiempo que no acudía me permiten retomar al alma nublada de pensamientos que se acontecen y se abruptan casi sin dejar salir a las palabras. He sentido la imperiosa necesidad de no volver el camino que he vuelto. Cómo si ello, me sumiera en un sin sentido que desconocía, que impedía la plenitud de mi sosiego.

No sabría decir si fue por ir ligera o por esas ganas irrefrenables de olvidar el momento en el hogar, que me ahogaba al pensar un minuto más en ese habitáculo y me hacia zambullirme hacia donde iba todo. Y cómo todo, los caminos que te llevan a un lugar u otro , las emociones , la idas y las venidas, hoy estás aquí y mañana… mañana no se sabe. Entonces, en este momento puedo hablar de lo que siento hoy pero algo en mi interior hervía con la candescente y misma imperiosidad con la que azotaba el bochorno en la piel.
Fui la mayor en una familia que se fue recontruyendo más allá de los años atrás y que ha ido tomando forma con las estancias y los lugares de unión. Por alguna razón que creo comprender, soy en la que se ha puesto todas las esperanzas. Y el segundo con el que ya se ha tomado la práctica. Me sentía el error irreparabble. Inenmendable, incapaz, inútil pues cómo he dicho, soy una ilusión que nunca llegó a darse.
Pero bien es cierto que, estos paseos, más allá de lo personal. Me catapultan a otro yo. Y el camino que eliges, nunca tiene porqué ser el que ves o crees que tienes que elegir. Nada es lo correcto o lo incorrecto. Tengo que decir que, nunca veo el camino. Soy un desorden de pensamientos reflexivos. Ideas por organizar y una azotea y un cobijo obillado al que siempre le veo posibilidades. Y me azotan con la misma fuerza con la que siento cómo las calles toman posesión de mi cuerpo y coordinación, de la agitación de la respiración y el pensamiento acciona las letras, que no inmediatas se me agolpan, ahí, donde el corazón vibra.

En ese vibrar, una calle que activa el recuerdo de un barrio al que ya no acudes y ese recuerdo enlaza a la dicha y la medreria con la que llegas a un lugar que no conoces y aunque no sabes cómo irá , qué ocurrirá o cómo sobrevivirás, te recorre la sensación de que será algo que se te gustará. Estas aquí. Lo has deseado siempre. Esto es un sueño hecho realidad. Y el corazón da un vuelco. Tantos años han pasado desde aquello… que me pregunto cuando comencé a sentir tanto reparo a lo desconocido si me lancé sin pensar, si todo eran impulsos …
Hacer las cosas bien, a veces, es imprescindible o puede que un deber cuando todo se te ha otorgado mal o mal e indebido. Fuere cómo fuere, esto es nuevo. Esto es lo que siempre he querido…

Casi cómo un ritual, limpieza y retorno al nido, la llamada recobró un esbozo de una sonrisa al ver esta fuente que desde la distancia podía oler el agua. Era cómo recordar algo que sabes que era bueno para ti. ¿Pero qué era eso? ¿qué quiere decirme estas vespertinas?
Por un momento, odié el silencio de algunas calles. Cómo si preguntar por mi pasado a algún desconocido, pudiera hacerme cerciorarme de aquella incertidumbre, cómo si el sol en vez de despedir y bañar los edificios con sus ultimos rayos me hablaran a mi. ¿A mi? A veces, hay que darse al rumiar y el rumor del silencio y esperar pacientemete. Y eso hice. Así, cual si fuera una turista, admiré la fuente con el mismo asombro con el que mira un niño algo nuevo. Y con el tiempo justo con el que seguir el camino, si de caminos se trata, con la esperanza un poco menos apresurada.

Ya había dicho que el golpe de la luz en esta ciudad es una explosión visual en la que por mucho tiempo que pase te hace querer buscarla allá donde vayas. Si acaso perdí la cordura, si acaso comenzaba a enamorarme de nuevo, a encontrarme conmigo misma allá donde las palmeras me hacen perderme y recordar lo tropical. Sé que hay cabos sueltos, sé que el camino que hemos recorrido ahora no parece llegar a ninguna parte y sé que con estos viejos pantalones y esta camiseta de tiras al que le conjunto unas deportivas son equipaje ligero para tanto que he vivido sin apenas mostrar todo. Pero es que, a veces , no encaja nada hasta que en esos días das con una conversación que irrumpe con el paisaje de esta última fotografía. Pareciera que hay árboles, en cuyo caso palmeras, que no nos dejan avanzar pero hay caminos que nos embellecen el camino para encontrar el nuevo foco o enfoque a la vida. Y es en esa conversación donde nacen estas palabras que sin ton ni son, me sumergen en café un poco triste de la penumbra y es por eso que busco la luz acompañando mis noches de un café que ilumina y oxigena la bifurcación que podría ser una ramificación.
Me dejo ser escongiendo y vuelvo a repartir carta.
Sentada en mi sofá escribiendo, he vuelto a revivir la escritura y vuelvo a jugar, si se puede decir así…
HISTORIAS CON «K»
Me gusta como escribes, mujer comprometida.
Todo un reportaje, ameno,sencillo y gráficamente soportado con destreza.
Un abrazo
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