Ahora que ya no es un día señalado, me han venido ganas de sorprenderte. A mis brazos llevarte…
Esa manía tuya, de mirarme mientras duermo y descubrirte enternecido con esos oyuelos apenas imperceptibles, pero los veo, son mi despertar.
Sueño con el café caliente dentro de las horas que nos dedicamos entre soñolientas palabras de aliento. Cada palabra parece que nos hace un poco el día ameno, más vivo. Y no es cuando me miras a los ojos y me plantas un beso, cuando me doy cuenta del valor del dia que comienza. ¡Está comenzando!
La mañana se vuelve algo aparatosa con el corte de luz pero no me impide bajar al bar y echar un café para dar con el aire que, también, alegrará mi cuerpo. (Estos señores de la luz, me han dado una mañana… )
…Me hacen disparar la imaginación entre petalos de rosa, cena dispuesta en el suelo con algunas flores y lleno de velas, con lencería atrevida debajo de un vestido flamante que te dejará con la boca abierta, y decir: «Ahora te vas a entrar, San Valentín» Pero borro rapidamente de mi mente la idea y se me viene a la mente un viaje. Entonces… ¿Viaje o cena? El café está dando mucho por lo que pensar pero nada anima más, la idea de que pueda verte con una sonrisa bobélica en el rostro. No me lo puedo sacar de la cabeza…
Los minutos llegan a un café casi acabado, y las caladas de los visitantes, al igual que yo, inflan sus pulmones y exhalan la libertad de las primeras horas de la mañana. Un café… ¡Cuantos cafés hemos compartido!
Me recojo, con un buenos días al dueño del bar y a los pocos minutos, echo un vistazo al movil, me levanto, pago y me marcho, esta vez, siendo yo la de la sonrisa tonta. ¡Y eso, que no es San Valentín!
HISTORIAS CON «K»